XVII
Encuentro Estatal de Cronistas e Invitados Especiales
Tuxtla
Gutiérrez 16 al 17 de noviembre de 2018.
“Las
travesías con Tata Teófilo”
Galardonada con el Tercer
Lugar en la categoría de Cronistas
MESA I: La vida cotidiana de mi comunidad y
sus personajes relevantes
Delmi Marcela Pinto López
Cronista Independiente de La Trinitaria
Don
Teófilo Calvo Sántiz, rezador de La Trinitaria, lo conocí en 1998 cuando
por vez primera fui a la Entrada de Flores en honor a la Santísima Trinidad, en
La Trinitaria, como antropóloga, como observadora de ese acontecimiento, porque
muchas veces fui espectadora como oriunda de La Trinitaria. Sin embargo, para
mí era algo común que se daba un viernes antes de la Feria del pueblo, pero no
entendía el porqué.
Pero, ¿quién fue Don Teófilo? Teófilo Calvo Sántiz
–cuando lo conocí ya era una persona de edad avanzada- fue un señor con una
personalidad muy fuerte, con liderazgo absoluto sobre muchas personas; era el
organizador, el rezador en lengua tseltal y el elemento más importante en la
jerarquía de la romería.
Mi acercamiento a él fue cuando fui a
visitarlo a su casa, fue primeramente presentarme como la hija de doña Carmen
López y don Guillermo Pinto, qué mejor carta de presentación que esa, pues mis
padres son muy conocidos.
Don Teófilo se sorprendió qué estaba haciendo
ahí, en su casa, cuál era mi interés, porque yo, oriunda de La Trinitaria,
quería saber sobre lo que él hacía, trate de explicarle qué es lo que me
motivaba, por qué mi interés en conocer las actividades religiosas llamada
romería.
Este proceso de conocimiento y aprendizaje sobre
esta parte de la historia local comenzó en ese momento. Acá voy a relatar las cosas más destacadas que
me pasaron con él, pues es menester mencionar que don Téofilo fue una persona que impuso respeto, pero, a la vez, tenía muy buen humor,
muchas ocurrencias y manera particular de
decirlas que causaban risa, o si no era
el momento de reírse, también se ponía serio y amonestaba.
Mi mayor acercamiento fue en el año 2005 y
2006 cuando decidí hacer el recorrido por todas las romerías que los encargados
de La Trinitaria realizan en el año, primeramente la de San Mateo Ixtatán, en
Huehuetenango, Guatemala, esta depende siempre de la semana santa por lo que en
ese año fue en febrero. Iniciamos primeramente con la velada un domingo donde
don Teófilo es el principal protagonista de esto, con sus tres rezos durante
toda la noche, no me puedo olvidar que ese día llevábamos una cámara de vídeo,
donde don Teófilo decía el momento que debíamos filmar, porque ya estaba en el
inicio de su rezo, fue algo genial que el rezador nos dijera, “ya acomódense
porque ya voy a empezar”, y daba el tiempo necesario para instalar todo,
parecía una escena para filmar alguna película.
Quiero confesar que yo no sabía en qué plan
ponerme, si como devota pues yo soy de una familia católica que sabía cómo podía
contestar el rezo católico, o cómo antropóloga observando el ritual, porque era
la primera vez que interactuaba con todo este tipo de ceremonias, por lo que
con un poco de pena le pregunté a Antonio, mi compañero de trabajo, qué debía
hacer, solo se rió y no me dijo nada. Intuí que es lo que tenía que hacer y qué
papel tomar, un tanto difícil.
Pasamos una larga noche en la velada, no fue tan
fácil estar ahí entre paisanos preguntándome qué estoy haciendo ahí con ellos entre
rezos, incienso, tambores, flautas y muchas cosas que observar y anotar, que fue
agotador.
Cenar los tamales de mumo y frijoles refritos,
¡exquisitos! que las señoras prepararon durante todo el día, lo que sí me
sorprendió fue tomarme el chocolate amargo, pues nunca lo había degustado sin
dulce, y como parte de la ceremonia, no es
permitido hacer caras frente a la gente, asimismo, tomé un poquito de aguardiente, y don Teófilo, al verme, sonriendo me dijo: “Bolo
mi compañía” jajajaja…”, ser condescendiente en dichos rituales, es parte del
“reglamento” (sic).
Afortunadamente llegó la mañana que teníamos
que partir hacia el otro país, hacer cuatro largos días de camino, mi primera
vez de trabajo de campo tan prolongado y sobre todo en otro país.
De las cosas más sobresalientes en este
viaje, puedo comentar que fue la estancia. Me preguntaba ¿cómo iba a dormir?, ¿cómo
me iba a bañar?, tantas preguntas y tantas respuestas que las fui encontrando
en ese transcurso. Cada día, fue de trabajo arduo observando, levantarse
temprano a las cuatro de la mañana y de descansar a las siete de la noche, cada
día fue día de aprendizaje y poder interactuar con Tata Teófilo, quien siempre
decía qué hacer y cómo hacerlo, solo teníamos que estar muy cerca de él.
No fue fácil, pero logramos permanecer en la
sierra de los Cuchumatanes donde la neblina caía al amanecer, así como el frío
de todo el día y también la transacción del dinero, hacer cuentas en quetzales,
para pagar en pesos, porque no hicimos
cambio de moneda.
Datos importantes que sobresalen en este
lugar y que don Teófilo recomendaba: ir a las minas de sal, “no debes de traer
agua si no la necesitas” decía el rezador, ir a ver los santos encajonados,
suponía que ahí me iba a encontrar ataúdes con las imágenes, cosa que no fue
así, ir a las ruinas antiguas, donde fue el mejor lugar porque tuve el placer
de recostarme y descansar de ese arduo caminar, y finalmente, “no debes traer
las flores silvestres de disciplina, para qué, si no las necesitas, eso no se
debe hacer llevarlo, por llevarlo, ¡castiga Dios!” .
Otra de las aventuras con don Teófilo fue
cuando se visitó los cuatro puntos, un domingo del 2006, dos días después de la
Entrada de Flores de la Santísima Trinidad en La Trinitaria. don Teófilo Calvo
nos invitó a conocer los puntos sagrados con Antonio Gómez, los tres fuimos a
conocer esos lugares. Según la versación de don Teófilo; son los guardianes del
pueblo los que protegen de las
catástrofes naturales y de las epidemias, al pueblo de La Trinitaria, pues él
reiteraba: “El pueblo está cuadrado, como cuadrada esta la casa; esa misma
forma tiene el pueblo”.
Ante esta aseveración, el pueblo de La
Trinitaria está ubicado entre cuatro puntos que son:
Pataté,
antes llamado Tzabojasa, otro punto se llama Bash,
está por el pozo de Petróleos, por el cerro grande; el tercer punto le llaman Salsawitz que está al oriente, sobre la
cadena montañosa que llega hasta Tenam Puente, y el cuarto es El Calvario.
Entre estos puntos está asentado el pueblo, en el centro del cuadrante.
Don Teófilo siempre recalcaban “tienen mucha
importancia las cruces en los pueblos; es que no es nada más háganme,
siémbrenme, tiene pues su misterio. El cambiar una cruz no es fácil, porque hay
muchas cruces antiguas que necesitaban reemplazo –es decir, restituir–, pero
hay que hacerlo con un ritual”.
Salimos hacía el lugar de los cuatro puntos
que por cierto, dos son lugares de difícil acceso, no hay manera de llegar más
que caminando, pero él, a pesar de su edad caminaba rápido, y siempre iba
platicando y describiendo lo que hacía. En uno de los lugares íbamos cuesta
arriba como a 5 kilómetros de altura aproximadamente y don Teófilo dijo: “necesito
algo, necesito algo”, nos sorprendimos, Antonio y yo, no se vaya a
poner mal y por acá, ¿cómo lo trasladamos? Resulta que ese “algo” era una
cerveza; amaneció con resaca, antes de salir del pueblo se le compró cerveza
para ofrecerle como persona importante; cuando la requirió se le dio y se
restableció y seguimos el camino, que por cierto siempre decía, “acá no más
esta cerquita, no se preocupen, sigan caminando, esta nada más tras la lomita”,
y no era cierto, eran lugares lejanos que teníamos que caminar si deseábamos
conocer, y tampoco nos podíamos echar para atrás porque ya era nuestra palabra
dicha de acompañarlo.
Otra romería que disfruté, que ahora escribo
como anécdota, es la del 23 de marzo, cuando fuimos a la Finca Nuestra Señora,
ubicada en la tierra caliente de la colonia Chihuahua, del municipio de La
Trinitaria. Iniciamos el recorrido a pie desde las 7 de la mañana, partiendo de
la Iglesia de san Sebastián, y en el trayecto pasamos varios puntos sagrados
que don Teófilo indicaba.
Ese día don Teófilo pidió que se tomara la
foto con sus familiares que lo acompañaban porque no sabía qué podía pasar el
otro año. Caminamos en una vereda, en fila por lo estrecho del camino, donde
solo una persona podía caminar, y el rezador siempre daba la preferencia de ir
adelante para tomar fotos y filmar. ¡Uuuf, que largo camino! Que calor, el agua
que se llevó, no alcanzó; es más, no se podía tomar suficiente agua, porque
como mujer es difícil ir al baño. Pasamos a la gruta de La Pileta, lugar impresionante
de difícil acceso, en el que hubo de bajar al interior de dicho lugar sagrado
para dejar las ofrendas consistentes principalmente en velas y tsenam.
Cada momento preguntaba ya vamos a llegar, y
decía: “ya casi, esta cerquita, acá nada más”, jajajajaja no fue cierto, la
caminata era larga, se tardaba para llegar, se sentía eterno, por los ardientes
rayos del sol, y abrir paso en los matorrales.
Para mi sorpresa y suerte, en medio del
camino se encontró a un vendedor ambulante, que sabía la hora de la llegada y pasada
de la romería; había agua, raspados (hielo con agua de sabor), ahí es donde
todo mundo quería llegar, porque era el momento de tomar agua para no
deshidratarse.
La llegada a La Finca Nuestra Señora fue a
las 6 de la tarde, con 11 horas agotadoras de camino, con bastante sol que, al
llegar, lo único que se deseaba era comer y descansar. Esa noche fue para disfrutar y convivir con los organizadores de
la romería, escuchar música, echar relajo, dejando con ello lo sagrado para
entrar al tiempo profano.
Tata Teófilo falleció el 29 de octubre de
2011 en La Trinitaria, dejando un grato recuerdo, volver a revivir esta parte
de algunos de los momentos significativos que estuve con él me llenan de
satisfacción, por los saberes que me trasmitió sobre “la costumbre” en torno a la
peregrinación y de su largo caminar a los lugares sagrados que marcaron una
etapa importante en la vida religiosa mejor conocida como “romería”.
Comentarios
Publicar un comentario