Hoy 10 de mayo del 2022, con esta crónica le rindo un homenaje a mi madre: Carmita López Román, en este día tan especial, su ausencia me duele a cada instante, pero más en este día que esta dedicado a las madres. Primer año que no te tengo físicamente, duele, duele mucho de no poder abrazarte, besarte y festejarte como cada año, que lo hacíamos, todos esos bellos recuerdos y las fotos son mi soporte en estos días tan difíciles para mí, para sobrellevar tu partida. Te amo madrecita
Esta crónica se publicará en Revista "Hagamos historia de nuestras historias".
San Cristóbal de Las Casas: Coordinación
para la Igualdad de Género, UNACH. (en prensa)
Delmi
Marcela Pinto López[1]
La
pequeña historia de vida que a continuación voy a narrar, es para rendirle
tributo a una mujer muy especial, ese ser que me dio la vida, que me dio todo
sin recibir nada a cambio, a la que siempre la tendré en mi memoria y mi
corazón, esa señora es mi madre.
Ella
nació en un pueblito pintoresco del sureste de México, llamado La Trinitaria, a
quien me refiero es a la señora Aída del Carmen López Román, quién vio por
primera vez la luz del mundo un 25 de mayo del año 1935, hija de los señores
Benjamín López Rojas y Natividad Román Vera; Carmita era la “coshita” de la
familia López Román.
Una
anécdota muy curiosa que siempre nos compartía es que no le gustaba el apellido
López, cuando niña ella decía me llamo “Camelita Román, porque López no me
gusta”, al igual que en su vida de casada, que por cierto duro 64 años de
matrimonio con el Sr. Guillermo Pinto Gordillo, en aquellos tiempos donde la
mujer tenía que adjudicarse el apellido del esposo, ella firmaba Carmen L. de
Pinto, porque el López no le seguía pareciendo.
Qué
recuerdos tengo de mi madre, fue una luchadora incansable, una guerrera. Ella
fue sobreviviente del cáncer, a los 39 años de edad subsistió de esa enfermedad
maligna, hay que recordar que, en aquel entonces, la ciencia no estaba tan avanzada,
como lo está hoy, pero tuvo la oportunidad y la fortuna de ser tratada en un
magnifico nosocomio de la Ciudad de México, el cual lleva por nombre Hospital
de Nutrición “Salvador Zubirán”.
Gracias
al esfuerzo de los médicos y como ella decía “gracias a Dios y a la Virgen de
Guadalupe”, pudo salvar su vida. Aún recuerdo esos momentos, yo era pequeña,
pero me daba cuenta de sus constantes ausencias. La casa no quedaba sola, el
esfuerzo y cuidado de mi hermana mayor, es algo que agradezco, ya que, hizo
todo por atendernos. Por fin llegó el día en el que dejo de ir a la Ciudad de
México, mi mamá ya estaba curada, después de largos años de tratamiento y de viajar
periódicamente.
El
acompañamiento de la mujer en la política en esa época, no era tan notable, sin
embargo, ella fue primera dama de La Trinitaria, su esposo, mi padre, fue
presidente municipal en el trienio 1974-1976, debido a que la mujer no jugaba
un rol primordial en la política como hoy en día, ella únicamente hacia presencia
en los informes e inauguraciones de obras.
Mi
madre aparte de dedicarse a los oficios del hogar, que, por cierto, era un
encargo bastante arduo, criar cinco hijos, no era tan fácil, también había que
apoyar en la economía familiar, entonces decidió dedicarse al comercio como una
fuente de ingreso. Tuvo diferentes etapas elaborando cocadas, pastelitos
rellenos de piña y de manjar, veladoras, de igual manera tenía también un
restaurante por los años 60´s, en el cual ella ofrecía servicio de comida
dedicada a la manutención de los camineros de la CORAZA, estos eran foráneos
que llegaron a construir la carretera Lagos de Montebello, que pasa en el
entronque del pueblo, también se dedicó a la venta de carne de puerco y pollo,
además de los abarrotes, el que fue su último negocio.
La
gran variedad de negocios que ella ejerció, junto con mi padre, sirvieron de
apoyo al sustento de sus hijos a los cuales les dio a todos una carrera
profesional, sin duda alguna, ella fue una pieza importante que estímulo a mi
padre para todo lo que se cimentaba en la familia.
La
casa donde vivía está ubicada en el centro de la población muy cerca de lo que
era el Centro de Salud y la Asociación Ganadera, de hecho, la tienda de abarrotes
que tenía mi madre servía de encuentro de los médicos de servicio social, quienes
llegaban a la tienda por vivires, y una que otra golosina que se les antojaba,
mi madre siempre hacía amistad con ellos porque era muy sociable, le tenían
tanta confianza a mi mamá que ahí le llegaban a recomendar los papás a sus hijas,
sobre todo a las médicas mujeres.
Su
filiación católica era muy importante para ella, y parte fundamental del
impulso que ella tomaba para salir adelante, fue hija de María en su niñez, ya de
adulta organizo a las niñas para rezar en el mes de mayo a la Virgen María. Al
estar desde muy pequeña involucrada en cuestiones de religión, tenía otra
destreza importante que era rezar y cantar, por lo que constantemente la
solicitaban para el rezo de las novenas de difuntos, ella nunca se negó. Fue fiel
devota de la Virgen de Guadalupe quien le sirvió por muchos años, siendo la
presidente del Comité del Barrio de Guadalupe, que su principal encargo era el
de organizar la festividad del 12 de diciembre, todo fue altruismo, así era
como profesaba su fe católica.
Mi
madre vio crecer a sus hijos, disfrutar de la profesión de cada uno de ellos,
vio sus esfuerzos realizados y con el paso del tiempo la familia acrecentó
teniendo 11 nietos y 4 biznietos.
En
los últimos años, aproximadamente cinco largos años, vi a mi madre irse
paulatinamente, sentí que ella ya no era la misma desde que el olvido llegó, no
había ya conversaciones, su memoria se había deteriorado, ya no nos reconocía,
ese fue un momento cumbre en nuestras vidas que teníamos que lidiar con ello, ya
no podía hacer sus tareas cotidianas, ya no se valía por sí sola, dependía de
nosotros, pero ahí estaba en su sillita de ruedas, su recamara fue su refugio, mi
padre su compañía y sus hijos su soporte.
Un
día domingo 17 de octubre del 2021, fecha que quedará por siempre en mi
memoria, eran las 13:40 horas de ese día cuando mi hermana me llamó, sucedió lo
que tanto temía, mi madre había fallecido, fue un golpe duro, me dieron donde
más me dolía. Ese día descanso en paz, si en paz pues solo dio un suspiro y
expiró, su corazoncito se paralizó. Mamá Carmita nos dejó físicamente, un vació
insuperable, pero lo que me consuela es saber que la pude disfrutar durante 51
años y pude regresarle un poquito de lo mucho que me brindó.
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