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El tiempo no pasa en vano: mi vivencia en la Entrada de Flores al Padre Eterno en la Cruz del Milagro, La Trinitaria Chiapas

 

XXVI ENCUENTRO ESTATAL DE CRONISTAS, CHIAPA DE CORZO 2024.

 

 

Cd. de Chiapa de Corzo, Chiapas 15 y 16 de junio del 2024.

 

 

El tiempo no pasa en vano: mi vivencia en la Entrada de Flores al Padre Eterno en la Cruz del Milagro, La Trinitaria Chiapas.

 

Delmi Marcela Pinto López

Cronista Independiente de La Trinitaria

 

Esta crónica es parte del trabajo de campo de este 2024 realizado en La Trinitaria, en “La Entrada de Flores” para lo tojolabales “Och Nichim”. Es un ritual donde cientos de personas hacen presencia en la iglesia de La Trinitaria para visitar al santo patrono del lugar, que por cierto para ellos es muy milagroso y vale la pena ese tránsito que hacen porque la mayoría viene caminando, aunque algunos en tiempos recientes lo hacen en transporte. Pero igual es un costo económico que invierten, es tiempo, es una devoción y no importa cómo llegues.

Los peregrinos devotos católicos, indígenas y no indígenas, son de los municipios de Las Margaritas, Comitán, La Independencia y La Trinitaria. ¿Se imaginan cuántos municipios confluyen en un mismo espacio? Vienen para entregar sus ofrendas que llevan desde sus lugares de origen al lugar sagrado, que consiste, en plantas silvestres, flores, velas y veladoras. Cabe hacer mención que toda esta descripción lo he hecho en una crónica anterior (referencia: “Viernes de Och nichim en honor al Padre Eterno” presentada en el XIX Encuentro Estatal de Cronistas en Tonalá, Chiapas, 2019).

Si bien este ritual lo desarrollé en otra crónica, me pareció interesante hacer esta breve narración, debido a que las circunstancias mías cambiaron de un día para otro y ese viernes 17 de mayo fue una experiencia diferente a la ya vivida en años anteriores. Hace muchos años, para ser específica en 1998, inicié con el recorrido de las romerías, de hecho, fue en una entrada de flores del Padre Eterno en La Trinitaria que, con el deseo de hacer trabajo de campo, venimos un grupo de alumnos de la licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNACH y un docente a observar este acontecimiento.

Soy sincera, hasta que me inmiscuí en la disciplina de la antropología, me di cuenta de que existía esta organización, aun siendo oriunda de La Trinitaria no me había percatado de esta actividad religiosa tan importante para la región, ya que esta práctica es añeja y todo va en relación a la petición de lluvia. Recordemos que la mayoría de los pobladores de estos lugares son gente que se dedica a la agricultura, que para ellos tener buena cosecha servirá para el sustento económico o de subsistencia diaria. También piden a cambio la “gracia” y que ésta llegue a las personas y a los animales domésticos; que con la lluvia haya buena cosecha de maíz, de frijol y los animales tengan comida abundante. 

Cuando me acerqué a los organizadores me pareció tan relevante obviamente porque mi visión ya no era de devota, era ahora como profesionista. Fue en ese momento cuando decidí darle un seguimiento cercano, para ver en qué consistía. 

Desde entonces, hasta nuestros días he tratado de asistir, de involucrarme con los organizadores y los devotos, de caminar largos tramos de terracerías, de caminos angostos, de veredas, de escalar cerros, descender a las cuevas sagradas, todo con el fin de vivir de cerca su fe.

Pero “la vida es como la luna trae creciente y trae menguante, lo demás es cosa de la fortuna”, dijera mi padre, el año pasado no pude estar y este año lo hice a medias por motivos personales ¿Por qué a medias? Porque solo pude ver lo que acontece en el lugar de reunión y no lo que se transcurre por horas, o por días en el camino, convivir con ellos, ver los rituales que acontecen en ese transitar, como es entonar cánticos católicos, quemar cohetes, ramearse los pies y las partes “adoloridas” para curar el padecimiento, esto se hace en puntos específicos de la ruta como una piedra, un árbol, un cerco, un lindero, en lugares que para ellos son tan relevantes, porque tienen un significado sagrado.

Como no me fue posible transitar con ellos, y teniendo la oportunidad de estar en ese lugar, coincidir con la fecha y hora estipulada, me di a la tarea de llegar a la “Cruz del Milagro”, punto de reunión de todos los contingentes que vienen de pueblos circunvecinos para ofrendar al Padre Eterno.

Me sentía como ajena a lo ya vivido en años atrás, me puse a pensar por dónde empiezo, pero una sonrisa amiga, se me acercó a mí don Elías: ¡iday maestra ya no lo he visto!, ¿qué le pasó? Ya le conté a él de los males que me aquejan recientemente, no dudó en darme recetas con plantas, que es mejor curarse así que con medicina alópata. También me reclamó por las fotos que nunca le entregué, prometiéndole que lo haría pronto.

Déjenme decirles que, en cada romería que uno asiste, las fotos y los videos que se toman, los tengo que regresar como parte del compromiso con la gente que me ha abierto las puertas de su corazón, de sus vivencias, de su palabra.

De verdad, qué dicha la mía, ¡cuántos conocidos se me acercaron para preguntar por mí, mi ausencia!, ellos viéndolo como desinterés de mi parte. Claro que me fortaleció saludar a tantos conocidos, que me dieron un apretón de manos, da satisfacción, dejar huella con tantas personas que me han brindado su amistad y saber que me recuerdan bonito.

Ya entrando en confianza y sabiendo que la Cruz del Milagro es un espacio para ramearse no dudé en hacerlo, fui por mi rama en un árbol cercano, que por cierto y con justa razón los que estaban cerca murmuraban que cómo voy a estar cortando las ramas del árbol, dañando la naturaleza, pero después hasta me ayudaron a cortarlas, ya que el tallo era demasiado grueso.

Mi amigo Jaime el “rezador”, la máxima autoridad de la romería me rameó, qué fortuna la mía, porque no siempre lo hace, a lo mejor por la amistad de años, por ser mi paisano, o porque realmente lo convencí de que necesitaba hacerlo.

Me percaté que hay muchas ausencias físicas que eran personas que siempre lideraban sus contingentes, me enteré que don Rubén y don Armando de Yalumá, ya fallecieron, don Pacho de la Independencia ya no lo vi. Salvador ya se siente enfermo y dejará el cargo de años heredado de su papá, por cierto, me invito a ir a Las Margaritas el 11 de julio a su última participación en la romería, espero no quedarle mal, espero ir acompañarle.

Don Ernesto de J´aton se ve cansado, ya lo acompañan sus nietos para no caer, los representantes de La Trinitaria de la Casa de Junta de San Mateo ya se ven más grandes, y como no, se imaginan han pasado 26 años desde que los conocí, el tiempo no pasa en vano, hasta yo ya me veo y me siento diferente, mis años mozos han pasado, ya difícil de repetir lo vivido, la edad pesa, ya no es la misma.

En este breve tiempo me pude dar cuenta que muchas prácticas que don Teófilo (con quien inicie en esto) hacía como líder ya no se realizan, vi mucho desorden, lo que todo era tan sagrado que muy pocos debían hacerlo, se mezclaron otros personajes cercanos al sacerdote, ya la gente joven asiste como para turistear, muchos fotógrafos, muchos medios de comunicación dando cuenta de lo que acontecía.

No cabe duda que la romería está sufriendo cambios, pero también estoy segura que habrá continuidad porque las nuevas generaciones están interesadas en proseguir con lo aprendido, claro está, con sus diferentes matices de hoy en día.

Fue un buen día para el reencuentro, ya no pude caminar como años pasados, acompañar a los feligreses a su recorrido ritual. Pero sí pude percibir la cercanía de mucha gente conocida, con la esperanza de volver hacer las caminatas por las veredas, los matorrales, recorrer los espacios sagrados, seguir registrando las vivencias de los amigos romeristas que me han abierto su corazón y me han dado la oportunidad de convivir en esta organización tan transcendental de La Trinitaria.  

























 

 

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